La Trinidad, una ciudad de minicasas en Zumpango

ZUMPANGO, Méx.- Alfredo Becerril Mancilla, de 26 años, tendrá casa propia. Sin embargo, la construcción es de apenas 30 metros cuadrados, “pero es lo único que podemos pagar”, explica.

La vivienda le fue otorgada a través de un crédito del Infonavit por 166 mil pesos, por el que paga 297 pesos semanales.

“Sí, son pequeñas, pero como uno no tiene hogar… Con lo que nos prestan en Infonavit, pues es lo que podemos comprar”, añade.

Su vivienda consta de una estancia, una cocineta, un baño, una recámara y un patio de servicio, aunque con opción de ampliarse a otras dos recámaras y un baño, en un segundo nivel que podrá construir más adelante. Es una de las 8 mil casas que conforman el desarrollo habitacional La Trinidad y que tienen posibilidad de que se construya sobre ellas otro piso.

El Infonavit y las Sociedades Financieras de Objeto Limitado (Sofoles) ofrecen esquemas que permiten comprar una casa cuyo valor no rebase los 166 mil pesos.

Al cierre del 2004 el Infonavit otorgó 90 mil inmuebles de este tipo, que generalmente son de 50 metros cuadrados o menos, y este año se pretende crecer la cifra a cerca de 120 mil.

Alfredo, quien todavía vive en Tultitlán, explica que por su vivienda en La Trinidad pagará 166 mil pesos, y fue lo más económico que encontró. “Otras casas de interés social costaban hasta 300 mil pesos en el Distrito Federal y entre 250 mil y 300 mil pesos en municipios más cercanos a la ciudad”.

Enrique Ortiz Flores, presidente de Hábitat International Coalition, aseveró que el espacio mínimo que requiere una familia mexicana, con cuatro integrantes en promedio, es de 52 metros cuadrados de construcción, aunque si la vivienda está bien planeada puede ser de 40 metros cuadrados.

“Viviendas muy chicas, de mala calidad, es lo que están ofreciendo. Los pobres no pueden pagar la ciudad”, mencionó.

El especialista aseguró que conjuntos habitacionales de este tipo no constituyen una ciudad, sino que son dormitorios o almacenes lejanos de la fuerza de trabajo, por lo que sus pobladores tienen que hacer recorridos de hasta cuatro horas ida y vuelta para acudir a laborar.

Sandra Martínez Monroy, de 38 años, está arrepentida de haber comprado su vivienda en “La Trinidad”, porque la empresa, dice, no cumplió con lo que ofreció, sobre todo en cuanto a vialidades y servicios, ya que los pozos de distribución de agua potable se llenan con pipas y la energía eléctrica se suministra de una planta portátil.

“A mi esposo le dieron hasta acá el crédito por el precio. Las casas sí están económicas, pero nos pintaron una villa preciosa. Y pues venimos aquí para no pagar renta, porque está excesivamente caro, y aquí estamos sufriendo, padeciendo de todas esas cosas”.

Fuente: El Universal